Pacto en la Moncloa

Mas votando el 1-O.

En mayo de 2006, publiqué el artículo «Pacto en la Moncloa» en la revista Temas para el Debate de la Fundación Sistema. En él analizaba el pacto que acababan de cerrar Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España, y Artur Mas, delfín de Pujol, y jefe de la oposición en el Parlament de Cataluña, para tramitar la Propuesta de Reforma del Estatut de Cataluña en el Congreso.

Mas en olor de multitudes camino del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

La razón que me ha impulsado a publicarlo hoy en el blog que inicié en 2009 son las sorprendentes declaraciones que hizo el Sr. Mas al Financial Times del 6 de octubre de 2017. En ellas, Mas reconocía que Cataluña no está lista para la «independencia real».  Quizá ustedes se preguntarán: ¿tanto ruido para tan pocas nueces? ¿Cómo es que la persona que protagonizó el desafío a las instituciones del Estado desde 2012 y eligió a Puigdemont como su sucesor para llevarlo a sus últimas consecuencias –referéndum de autodeterminación e incio del proceso con se echa ahora atrás? Aparte de la amenaza de embargo que pesa sobre Mas, quizá e lector encuentre otra explicación leyendo este artículo.

Pacto en la Moncloa 

Temas para el Debate, nº 138, pp. 62-64, mayo 2006

Rodríguez Zapatero con Artur Mas en La Moncloa.

Los medios de comunicación informaron a los españoles el domingo 22 de enero del pacto en la Moncloa (PEM) que esa misma noche habían alcanzado el Presidente del Gobierno de España, Sr. Rodríguez Zapatero y el Secretario General de Convergencia i Unió (CiU),  Sr. Más i Gavarró. El acuerdo alcanzado por ambos líderes ha servido para que PSOE y CiU, los dos partidos mayoritarios en las Cortes y en el Parlament de la Comunidad Autónoma (CA), respectivamente, hayan introducido durante su tramitación en el Congreso los oportunos recortes al proyecto de Estatut aprobado el 30 de septiembre de 2005 en el Parlament. El referéndum de ratificación que se anuncia para finales de junio pondrá así punto y final a casi tres años de enconados debates teológico-políticos, con un sustantivo trasfondo económico, que han sido seguidos, todo sea dicho, con gran indiferencia por la mayoría de los catalanes.

Maragall con Zapatero haciendo de Don Tancredo en el balcón del Palau de la Generalitat, con Montilla y un sonriente Carod-Rovira (ERC).

Incluso el observador menos avispado podía anticipar que el PSOE, un partido que aspira a seguir gobernando España la próxima legislatura, estaba abocado a recortar sustancialmente el contenido de un proyecto que recogía la mayoría de las aspiraciones del nacionalismo independentista durante su tramitación en las Cortes. En mi artículo Estatut y realidad social (El País, 17 enero 2006), mantuve que así sería y pronostiqué también que los nacionalistas aceptarían esos recortes, siempre que ello supusiera más recursos para la Generalitat y reforzara su posición negociadora en su inexorable marcha hacia la independencia. La única duda que quedaba por despejar era si los dos partidos nacionalistas, CiU y ERC, se mantendrían unidos durante la negociación en las Cortes, o, si por el contrario, buscarían un acuerdo por separado que les diera protagonismo a corto plazo y reforzara sus expectativas electorales. La duda se despejó el 22 de enero. Desde ese momento las dos formaciones pugnan en los medios de comunicación por demostrar cuál de ellas es más nacionalista: la que aceptó el aumento de sueldo o la que lo rechaza por insuficiente y exige además una paga extra y el aguinaldo.

 Motivaciones

Maragall y Mas aplaudiendo tras aprobarse la Propuesta de Reforma del Estatut de Cataluña el 30 de septiembre de 2005.

Se han hecho todo tipo de cábalas sobre las motivaciones que impulsaron a los líderes del PSOE y CiU a cerrar con tanta rapidez el PEM, a espaldas de sus compañeros de viaje e incluso de partido. ¿Es acaso el PEM la obra consumada de dos líderes responsables, con altura de miras, sabedores de que, llegada la hora de la verdad, toca abandonar las posiciones enrocadas, los cuidados gestos para la galería, y sentar las bases de un entendimiento duradero entre España y la CA de Cataluña? O, ¿estamos, por el contrario, ante una maquiavélica carambola a cinco bandas, ejecutada por el capitán del navío y un alférez díscolo, dos líderes fríos con objetivos contrapuestos, que llegados a un punto de la travesía, olvidan las promesas hechas, soslayan los compromisos adquiridos y ordenan al piloto alejarse del lugar a toda máquina mientras descuelgan por la borda un bote salvavidas con algunos oficiales adormilados?

Mas y Homs celebrando la aprobación del proyecto de Estatut el 30 de septiembre de 2005.

Qué valoración otorguemos los ciudadanos el PEM depende de cuál de los dos escenarios anteriores nos merezca mayor crédito. En el primer caso, el acuerdo constituiría el triunfo de la política con mayúscula, de los principios sobre las estrechas consideraciones partidistas y el rédito electoral inmediato; sería, en suma, el final feliz de una búsqueda ardua y sincera por encontrar un mejor encaje a una sociedad multicultural, la catalana, en un Estado multicultural, el español. Muy distinta consideración merecería el pacto, si estuviéramos ante un desenlace azaroso que aúna circunstancialmente los destinos de dos hombres acosados por la imposibilidad de cumplir sus promesas, ansiosos por deshacerse del pesado lastre que puede hacer zozobrar las expectativas electorales de sus tribus inquietas. Para salir de dudas, vale la pena detenernos un momento a examinar la trayectoria de los artífices del PEM en los últimos tres años.

Maragall con Zapatero al presentar la Propuesta de Reforma del Estatut en el Congreso-

En cuanto al Presidente, es evidente que media un largo trecho desde aquella rotunda y entusiasta afirmación de “aceptaré el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña”, hecha el 13 de noviembre de 2003 en plena campaña electoral, hasta la más medida y distante de  “ni rechazo frontal,… ni aceptación sin más”, expresada en León el 2 de octubre de 2005, solo dos días después de la aprobación del proyecto en el Parlament de Cataluña. ¡Un buen trecho y también unas elecciones de por medio que, contra pronóstico, auparon al Sr. Rodríguez Zapatero a presidir el Gobierno de España! El trecho era ya una brecha evidente cuando el Presidente declaraba solemnemente en el Senado el 21 de diciembre de 2005 que “mi único compromiso con el Parlamento de Cataluña [es que] respaldo que haya un (nuevo) Estatuto”. Lo que no sabemos, ni seguramente se sabrá nunca, es si esta metamorfosis del hoy Presidente del Gobierno de España constituye un acomodo oportunista a la nueva realidad de poder surgida de las urnas el 14-M, o una indicación de que el entonces líder de la oposición no podía ni remotamente sospechar que el PSC avalaría un proyecto de Estatut cuyas exigencias en competencias y financiación, por citar dos materias sensibles, iban a suscitar el rechazo de la mayoría de los dirigentes del PSOE y, lo que es más importante, de la mayoría de los españoles.

Rajoy saluda a Rodríguez Zapatero tras ser investido Presidente.

Sea como fuere, lo cierto es que el Presidente tenía que reconducir con rapidez el proyecto, minimizando eso sí su exposición pública, y detener la continuada erosión de las expectativas electorales que a cuenta del Estatuto estaba padeciendo su partido. Para lograrlo, delegó en el Sr. Pérez Rubalcaba las ingratas tareas de organizar maratonianas reuniones de trabajo con tozudos parlamentarios y entretener sagazmente a los medios de comunicación. Entretanto, él se reunía discreta o secretamente en la Moncloa con los líderes de los partidos catalanes que aprobaron el Estatuto, albergando el secreto propósito de cerrar con rapidez un acuerdo con la fuerza nacionalista mayoritaria. Esta era, sin duda, su mejor opción, porque además de librar a su partido de la pesadilla del Estatut, el acuerdo con CiU deja al PSOE en unas condiciones envidiables para gobernar España con el apoyo de la formación nacionalista, si, como es bastante probable, el PSOE no alcanza la mayoría absoluta en las próximas elecciones legislativas.

Pujol nombra a Mas su sucesor al frente de CDC.

La trayectoria recorrida por el Sr. Mas y Gavarró, es mucho más desconcertante para quién no esté al tanto del pragmatismo y las urgencias de la tribu convergente, malacostumbrada a ocupar y vivir de la Administración Autonómica durante dos décadas, a disponer con liberalidad partidista de los recursos públicos  -el reciente escándalo de las encuestas y estudios ocultos realizados con fines electorales  es una pieza menor en la galería de abusos y despilfarros-, y a financiarse incluso cobrando ilegalmente una comisión del 3% a contratistas privados, según dijo el mismísimo President de la Generalitat, el Sr. Maragall i Mira, en sede parlamentaria (Diari de Sesions, 24-02-2015, pág. 29). Esta cómoda situación que algunos creían vitalicia quedó trastocadas la no alcanzar CiU la mayoría suficiente para gobernar y tomar las riendas de la Generalitat el Gobierno tripartito.

Pujol pregunta: «¿Hemos llegado a Itaca?» Mas le responde: No a Scila y Caribdis.

Al no poder ser elegido President, el Sr. Mas i Gavarró,  pasó a convertirse en el más brioso y exigente nacionalista en el Parlament  a resultas del Estatut. El 28 de septiembre, dos días antes de la aprobación del proyecto en el Parlament, el líder convergente no dudó en amenazar al resto de partidos con descarrilar el proyecto si no se aceptaba el exigente modelo de financiación propuesto por CiU, porque, según recoge el diario de sesiones, el modelo “no podemos desnaturalizarlo: nos jugamos demasiado. Todo el mundo sabe, en nuestro país, que éste, que es el gran tema o ahora lo planteamos bien y lo resolvemos bien o luego lo lamentaremos”. El mismo 30 de septiembre, recién aprobado el proyecto por el Parlament, el líder de CiU declaraba enfáticamente que “si el proyecto de Estatuto Catalán se viera modificado a su paso por las Cortes, el pueblo catalán lo rechazaría, y eso sí sería un drama».

Artur Mas en el Congreso de los Diputados.

La determinación de defender el proyecto contra viento y marea fue revalidada un mes después, el 2 de noviembre de 2005, con ocasión de la solemne sesión de aceptación a trámite del proyecto en las Cortes. Allí, ante un hemiciclo a rebosar, el Sr. Mas i Gavarró ratificaba mayestáticamente su compromiso inquebrantable con el resto de fuerzas políticas que habían aprobado el proyecto, advirtiendo al presidente del Gobierno que “defenderemos [CiU] el Estatut aprobado por el Parlament en su integridad”. Unas semanas más tarde, el 21 de noviembre, el líder convergente dictaba una conferencia, “Cataluña sin límites: el país que queremos, el país que haremos”, en la que reafirmaba su intención de seguir la hoja de ruta “pasara lo que pasara en Madrid” y advertía “que pediría responsabilidades a quién correspondiera, si falla el Estatuto en la negociación en el Congreso”. Mediado ya diciembre, el Sr. Mas i Gavarró se mostraba incluso más contundente que el Sr. Carod-Rovira, líder de ERC, al juzgar «absolutamente inaceptable» la propuesta de financiación hecha por el Sr. Solbes en nombre del Gobierno, aseverando que «mutila completamente el proyecto» hasta el punto de que «si la llegáramos a aceptar estaríamos peor que con el Estatut de 1979, es decir, sería un autogol».  El líder de CiU prometió entonces hacer «un esfuerzo titánico para que la propuesta del Parlament, en lo que afecta a la financiación, pueda salvarse con dignidad». (El País, 17-12-2005) Su posición parecía tan inflexible que al advertirle el President de la Generalitat el 10 de enero que «el Estatuto se puede firmar en las Cortes sin Convergencia i Unió», el líder convergente respondió con su habitual arrogancia: “un Estatuto que saliera de Madrid sin el voto de CiU perdería consistencia y credibilidad tanto en Cataluña como en España”.

Salgado, Sevilla y Solbes con otros pesos pesados de los gobiernos de Rodríguez Zapatero y González.

Si al Sr. Rodríguez Zapatero se le cruzaron en su camino la Presidencia de España y la intransigencia del PSC, ¿qué ha llevado al Sr. Mas i Gavarró a abrazar lo que antes y después del receso navideño era “absolutamente inaceptable”? El mismo lo ha explicado con toda naturalidad: “Catalunya tenía dos opciones: recortarse las alas el 30 de septiembre para acomodar el Estatut al PSOE o subir el listón a lo más alto. De haber optado por rebajar nuestra reivindicación, ahora no tendríamos un imaginario de futuro para Catalunya. Mi objetivo sigue siendo el texto aprobado por el Parlament. No hemos conseguido alcanzarlo de una sola vez, pero sí que podemos hacerlo mediante dos o tres saltos como el que ahora hemos dado”. (La Vanguardia, 29-01-2006) El Muy Honorable Sr. Pujol i Soley se apresuró también a aclararlo, para evitar cualquier posibilidad de equívoco, al recibir el galardón «especial» de los XVII Premios Sabino Arana en Bilbao el 29 de enero de 2005: el texto que ahora se negocia afirmó el ex President de la Generalitat “no será un texto para muchos años ni será para la generación que ahora accede a la política». (La Vanguardia, 30-01-2016)

A buen entendedor pocas palabras. El Sr. Pérez Rubalcaba anda ahora muy ocupado en convencer a tanto ciudadano desconcertado e inquieto de que el «Estatuto quedará limpio como una patena» y «durará mucho tiempo». (El País, 05-02-2006)  Es lo que toca decir y lo que vamos a oír una y otra vez en campañas financiadas con dinero público de aquí a que se celebre el referéndum de ratificación en Cataluña. Pero cualquier ciudadano puede ya anticipar lo que ocurrirá dentro de un par de años en España si el Sr. Rodríguez Zapatero (¡o el mismo Sr. Rajoy, llegado el caso!) no obtiene mayoría absoluta en las elecciones legislativas y ha de contar con los responsables diputados de CiU para formar una mayoría estable en el Congreso. No cuesta mucho imaginar en esa tesitura al Sr. Mas i Gavarró ejerciendo de domador en el hemiciclo madrileño y haciendo restallar el látigo de sus votos mientras ordena a los taimados diputados socialistas: ¡A saltar, a saltar!

¿Alta política o regate en corto? A la vista de lo ocurrido en los últimos meses, más parece el PEM la última cabriola de una política autonómica espasmódica, improvisada por el gobierno de turno cada vez que los partidos nacionalistas catalanes, en un ejercicio de responsabilidad, prestan sus votos para asegurar la gobernabilidad de España. Lo que ni PSOE ni PP, en su ansía por gobernar, parecen haberse preguntado es a dónde nos lleva esta política.

La urna en que votó Artur Mas a favor de la independencia en la consulta del 10 de abril de 2011 a favor de la independencia.

Mas burlánose del gobierno español y del Tribunal Constitucional el 9 de noviembre de 2014 ante la embelesada mirada de su esposa.

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