Archivo de la categoría: corrupción

Contra la amnistía y por la separación de poderes

El próximo 9 de junio (9-J) los ciudadanos podemos dejar claro en la urnas nuestro rechazo a los múltiples engaños y las políticas sectarias desplegadas por los diversos gobiernos de Sánchez desde que llegó a la Moncloa el 1 de junio de 2018, partiendo de una situación de extrema debilidad parlamentaria, y siendo aupado al poder por diversa fuerzas políticas cuyo único punto de coincidencia era debilitar las instituciones centrales del Estado. Unos, como los partidos nacional-secesionistas en Cataluña (ERC, PdECat-JuntsxCat) y el País Vasco (PNV y EH Bildu), para afianzar su poder y sus privilegios en las dos Comunidades donde ya gobernaban; otros como Podemos y Sumar (y todas sus derivadas regionales) decididos a erosionar la Corona y socavar la separación de poderes consagrada en nuestra Constitución.

Como pronosticaba apenas dos meses después en mi artículo “¿Cuánto tiempo aguantarán a Sánchez sus avalistas?” (Expansión, 27/07/2018), el PSOE de Sánchez iba a tener que hacer infinidad de concesiones para mantenerse el poder. Y a buena fe que las ha hecho. No habían pasado ni dos meses, cuando Aragonès, entonces vicepresidente del xenófobo Torra, pasaba la bandeja a Montero, la flamenca ministra de Hacienda, y ésta anunciaba que elevaba el techo del déficit a las CC. AA. Desde entonces han sido muchas las concesiones realizadas por Sánchez para aprobar los PGE y otras leyes tras formar gobierno de coalición con Podemos (2019-2023). Pero a las exigencias económicas de menor o mayor calado, siguieron las políticas que se sustanciaron con la aprobación de los indultos a los golpistas en junio de 2021 y la revisión del Código Penal para eliminar el delito de sedición y rebajar las penas de los delitos de malversación que entró en vigor en junio de 2023.

Pero ni siquiera los buenos resultados obtenidos por el PSC en Cataluña el 23-J (19 diputados) pudieron ocultar los malos resultados del PSOE de Sánchez en el resto de España (102 diputados). Con la investidura de Sánchez a expensas del voto de los siete diputados con que cuenta el prófugo de Waterloo en el Congreso, el grupo socialista se aprestó a negociar en Bruselas y Ginebra una ley de amnistía para borrar todos los delitos cometidos por los secesionistas catalanes entre el 1 de noviembre de 2011 y el 13 de noviembre de 2023, fecha en que el grupo socialista (PSOE-PSC) registró en el Congreso la proposición de Ley Orgánica de amnistía, dos días ante de la investidura de Sánchez. Y tras muchas idas y venidas, el Congreso aprobó finalmente la Ley el pasado 30 de mayo, quedando su aplicación pendiente de los tribunales de justicia a los que los secesionistas, ‘sumaristas’ e incluso algunos líderes del PSOE de Sánchez acusan de formar parte de la ‘fachosfera’. No se podía llegar más lejos en el socavamiento de las instituciones centrales del Estado, deslegitimando de un solo plumazo a los tres poderes que destituyeron el gobierno presidido por el prófugo y disolvieron el Parlamento de Cataluña el 27 de octubre de 2017, y juzgaron y condenaron a los principales cabecillas del golpe no huidos.

El daño hecho resulta ya muy grave, pero puede seguir acrecentándose mientras la debilidad parlamentaria del gobierno de Sánchez lo tenga a merced de sus avalistas. Las nuevas exigencias planteadas por ERC y Junts tras aprobar la amnistía son otorgar a Cataluña una financiación singular que profundice la desigualdad entre los españoles y celebrar un referéndum de autodeterminación, exigencia esta última a la que se suman también PNV y EH Bildu en el País Vasco. Junts exige además que el PSC respalde la investidura del prófugo en Cataluña en reciprocidad por el apoyo de Junts a la investidura de Sánchez. No hay duda de que estamos ante una encrucijada política en la que, según la vía que sigamos en los próximos meses, la igualdad de los ciudadanos y la separación de poderes podrían quedar seriamente tocadas. Y aunque las elecciones europeas no van a resolver nuestros problemas internos, no cabe duda de que un mal resultado del PSOE de Sánchez el 9-J erosionaría su imagen personal dentro y fuera de España y constituiría un paso importante para desalojarlo de la Moncloa.

El peligro que entraña la permanencia de Sánchez al frente del gobierno es un asunto que nos concierne a todos los ciudadanos que defendemos. frente a los populismos de izquierdas (Sumar, En Comú, ERC, EH Bildu, BNG, etc.) y de derechas (CDC-PdECat-Junts y PNV), la democracia representativa y la separación de poderes, y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, rechazando, por ende, otorgarles privilegios políticos o económicos en función de la Comunidad donde residan. Durante la dictadura, muchos españoles apoyamos huelgas y acciones de protesta convocadas por el PCE, por muy ridículas que nos parecieran sus simplificaciones teleológicas de la Historia, por mucha desconfianza que nos inspirara su respaldo a regímenes dictatoriales comunistas en Europa, y por muy disparatadas que encontráramos sus pretensiones de estatalizar la economía. Y lo hacíamos por considerar que esos actos testimoniales, pese a su inefectividad para derrocar el régimen franquista, alimentaban un estado de opinión en la sociedad española a favor del tránsito hacia un régimen democrático.

Ahora el reto al que nos enfrentamos es precisamente reforzar nuestro régimen democrático, acosado por los populismos de izquierdas y derechas, y acabar con un gobierno en fase avanzada de descomposición e incapaz de pararles los pies a unos y otros. Para enviar mi voto por correo, he recibido un voluminoso taco con 34 papeletas y me ha resultado hasta entretenido repasar los pintorescos nombres y siglas de la mayoría de las formaciones. Comprendo la tentación de añadir una hojita más al taco por quienes se sienten mal representados y hasta despechados por las formaciones llamadas a obtener escaño y cada uno de nosotros es libre de votar a cualquiera de ellas. El único consejo que me atrevo a formular en esta columna es que no desperdicien su voto, bien respaldando a quienes tan mal nos han gobernado desde el 1 de junio de 2018, bien votando a formaciones que no obtendrán representación ni podrán, por tanto, defender sus propuestas en la Eurocámara.

Permítanme el atrevimiento de dejarles aquí las tres preguntas que me he hecho antes de acudir a la oficina de Correos con mi sobre cerrado, por si pudieran ayudarles a resolver sus dudas Primera: ¿me gustaría que me representen en la Eurocámara dos partidos, PSOE y PSC, que han negociado la amnistía en Bruselas y Ginebra con un prófugo de la justicia española y que, si los tribunales no lo impiden, resultará ser uno de los principales beneficiados de la norma finalmente aprobada el pasado 30 de mayo? Segunda, ¿encuentro aceptable que una ministra como Ribera que votó a favor de la amnistía en el Congreso y ha aplaudido las polémicas decisiones de Sánchez de reconocer a Palestina hace unos días y la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental en marzo de 2021, sin consensuarlas en el Consejo de ministros, ni contar con la oposición en España ni el resto de miembros en la UE, sea quien nos represente en la Eurocámara? Y, tercera, ¿puedo en conciencia votar a un partido, el PSOE de Sánchez, sobre el que sobrevuelan las sombras de tres casos de corrupción (Tito Berni, Koldo-Ábalos y Begoña-Sánchez) muy graves? Ustedes tienen la palabra.

Deja un comentario

Archivado bajo autodeterminación, Cataluña, corrupción, Elecciones europeas 9-J, inmigración, nacional-secesionismo, Política económica, política fiscal, Política nacional, Separación poderes

9-J: elecciones europeas en clave nacional

La pirueta circense de comunicarnos en una misiva pública su decisión de retirarse durante cinco días al rincón de pensar en La Moncloa, nada más conocer (y ocultarnos a los lectores) que su esposa estaba siendo investigada judicialmente por sus actividades profesionales de carácter privado, ha convertido las elecciones europeas del próximo 9 de junio (9-J) en una suerte de plebiscito sobre la continuidad del presidente que con más reiteración ha engañado a los ciudadanos desde la instauración de la democracia. Perseguido, allá donde va, por las sombras alargadas de la amnistía concedida al prófugo de Waterloo (el mismo que nos prometió traer a España para sentarlo en el banquillo), y varios escándalos que afectan de lleno a su partido (casos Tito Berni y Koldo-Ábalos) y hasta a su entorno familiar más próximo (caso Begoña Gómez), muchos ciudadanos sentimos que, con independencia del resultado de las investigaciones judiciales en curso, la figura y su crédito político están ya muy mermados para seguir al frente del gobierno, máxime cuando el propio Sánchez ha hecho tantas veces bandera de la honradez centenaria de su partido y apelado a la falta de decencia para exigir la cabeza de sus contrincantes políticos.

Las andanadas de las vicepresidentas, la portavoz del gobierno y algunos ministros contra los medios de comunicación que han publicado noticias referentes a las actividades de Begoña Gómez y las maniobras de la fiscalía para archivar el caso no pueden ocultar lo que son hechos incontestables, a saber, que la esposa del presidente escribió varias cartas recomendando la concesión de ayudas públicas a empresas que a su vez financiaban sus actividades profesionales. Miriam González, abogada y esposa de Clegg explicaba en una entrevista reciente (El Mundo, 5 de mayo) su experiencia mientras su marido fue viceprimer ministro del Reino Unido entre 2010 y 2015. Desde el primer momento, tuvo como interlocutora a Sue Gray, actual jefa de gabinete del líder laborista, en la Oficina de Ética de la Administración a la que “informaba todas las semanas. Yo les tuve que decir a todos mis clientes que no podían ser completamente confidenciales y que tenía que dar sus nombres a otras personas”. Y concluye con esta afirmación clara y rotunda: “si yo llego a actuar como Begoña Gómez y hubiese recomendado que se diesen fondos públicos a unas empresas, aunque esa carta no hubiese sido determinante, se me hubiese echado todo el país encima. Todo el Reino Unido y con razón, claro”.

Cuando al exvicepresidente Guerra se le ha preguntado sobre la constitucionalidad de la amnistía a los golpistas catalanes, siempre ha respondido que antes de hablar sobre si la amnistía cabe o no en la Constitución (que no cabe), “hay que preguntarse si el acto es justo o no lo es, si es puro o impuro”. Del mismo modo, antes  de arrojar toneladas de lodo sobre los medios de comunicación que han revelado las actividades de la Sra. Gómez y tratar de interferir a través de la fiscalía en el curso de la investigación judicial, hay que plantearse si resulta admisible que la esposa del presidente escriba cartas de recomendación a organismos públicos (incluido el Consejo de ministros presidido por su propio marido) para que se otorguen subvenciones a empresas privadas que a su vez patrocinan sus actividades igualmente privadas en la cátedra que codirige en la Universidad Complutense de Madrid. No, no lo es, bajo ningún concepto, ni siquiera si esas cartas no resultaron determinantes en la concesión de las ayudas.

La conclusión que cabe extraer de este bochornoso espectáculo es que la capacidad de discernimiento de Sánchez, tras varios años en la Moncloa y algunos más al frente de la secretaría general del PSOE, se ha debilitado hasta el punto de dar por descontado que ni él ni ningún miembro de su familia han de rendir cuentas de sus actos ante los ciudadanos. Basta con una cartita simulando una posible despedida. Las últimas decisiones de Sánchez, el reconocimiento unilateral del estado palestino o el envío de armas a Ucrania por valor de 1.100 millones para prolongar la guerra, no sólo no han sido consensuadas con la oposición, sino que ni siquiera en el último caso han contado con el respaldo de sus propios socios de gobierno (Sumar) que las han calificado de opacas y antidemocráticas.

Estas nuevas decisiones del presidente exhalan el mismo aroma autocrático que desprende el contenido de la misiva que Sánchez le dirigió al Rey de Marruecos el 14 de marzo de 2021, y de la que los ciudadanos y nuestros representantes en el Congreso tuvimos noticia unos días después, cuando el presidente decidió filtrarla a un medio de comunicación afín. En esa carta, Sánchez reconocía la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, rompiendo con la política exterior seguida hasta ese momento y contraviniendo todas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre el asunto, instando a celebrar un referéndum para que el pueblo saharaui decida el futuro de la antigua colonia española.

Por todo ello, a la hora de elegir a nuestros representantes el 9-J, cada uno de los ciudadanos deberíamos hacernos al menos tres preguntas antes de votar al PSC en Cataluña y al PSOE en el resto de España:

  • Primera: ¿me gustaría que me representen en la Eurocámara dos partidos que han negociado la amnistía en Bruselas y Ginebra con un prófugo de la justicia española y que, si los tribunales no lo impiden, resultará ser uno de los principales beneficiados de la norma finalmente aprobada el 30 de mayo?
  • Segunda, ¿encuentro aceptable que una ministra como Ribera que ha votado a favor de la amnistía en el Congreso y ha aplaudido las polémicas decisiones de Sánchez de reconocer el estado de Palestina y la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, sin consensuarlas siquiera con la UE, sea quien nos represente en la Eurocámara?
  • Y, tercera, ¿puedo votar a un partido, el PSOE de Sánchez, sobre el que sobrevuelan las sombras de tres casos de corrupción (Tito Berni, Koldo-Ábalos y Begoña-Sánchez) muy graves?

A cada uno de nosotros nos corresponde contestarlas en conciencia y acudir a las urnas el 9-J, venciendo la tentación de quedarnos en casa por tratarse de unas elecciones europeas, porque el resultado va a tener también una lectura en clave nacional e importa mucho que deje en evidencia a quien tanto daño está haciendo a nuestras instituciones democráticas.

Deja un comentario

Archivado bajo corrupción, Elecciones europeas 9-J, nacional-secesionismo, Política nacional, Precio electricidad, Separación poderes

«He decidido seguir» (Ya lo sabíamos)

Concluidos los actos de adhesión fervorosa protagonizados por sus fieles aduladores en la calle Ferraz el pasado fin de semana, el presidente disipaba con estas palabras las dudas abiertas por él mismo sobre su inmediato futuro político. Lo asombroso es que tanta gente haya dado pábulo al interrogante que abrió la carta publicada el pasado miércoles en la que anunciaba su decisión de parar para reflexionar ante la operación de acoso y derribo que estaban sufriendo él y su familia por los partidos de la derecha y ultraderecha, y sus medios afines, incapaces de digerir los resultados de las elecciones generales celebradas el 23-J que le posibilitaron ser investido presidente del gobierno. “¿Merece la pena todo esto? Sinceramente no lo sé”, confesaba un atribulado Sánchez en su doliente misiva.

Terminada la farsa del retiro en familia, el consumado actor regresó al mundo cruzando los jardines del palacio la Moncloa al filo de las 11 de la mañana (“Buenas tardes”) para convertirse otra vez en el centro de atención de todos los medios de comunicación, esta vez no mediante una misiva sino en cuerpo presente, y reconfortar a los sobrecogidos ciudadanos que, con el alma en vilo, sobrellevaron como pudieron el doloroso trance durante estos cinco días inacabables. Me quedo con vosotros, vino a decirnos, no para aferrarme al poder con malas artes, sino para trabajar con firmeza en pro de la regeneración de la vida política, para revertir su imparable deterioro, y para movilizar “a la mayoría social por la dignidad y el sentido común, poniendo freno a la política de la vergüenza”. Ustedes conocen perfectamente a estas alturas de la película (van para seis años en sesión continua) cuáles son las artes y las recetas políticas de Sánchez para regenerar la vida política y recuperar la dignidad y el sentido común de la sociedad española. Sólo que ahora va a hacerlo fortalecido y si cabe con más fuerza.

Mano extendida hacia sus adversarios políticos para apuntarles con el dedo índice acusador y descalificarlos sin paliativos por representar a esa derecha y ultraderecha que enloda la vida política, y mano tendida a sus aliados circunstanciales que lo auparon a la Moncloa el 1 de junio de 2018, en una operación de acoso y derribo, cómo no, dignísima. Regenerar la vida política hubiera sido mantener que lo ocurrido en Cataluña en 2017 fue más rebelión que sedición y haber traído a España al prófugo de Waterloo para sentarlo en el banquillo, como prometió hacer Sánchez en  la tribuna del Congreso, no indultar a los líderes del proceso condenados por el Tribunal Supremo y mucho menos acordar con el prófugo en el ‘exilio’ una ley de amnistía que el propio Sánchez, sus ministros y los líderes del PSOE nos habían dicho no tenía cabida en la Constitución, porque, como nos expuso la vicepresidenta Calvo en el Senado, laminaría la independencia del poder judicial. Una infamia para asegurarse los siete votos de Junts que lo hicieron presidente del gobierno el 15 de noviembre pasado. No puede regenerar la vida política quien descalifica una y otra vez a los líderes de la oposición acusándoles de corruptos, indecentes y machistas, pretende erigir un muro frente a las derechas retrógradas, pero no tiene inconveniente en sentarse a negociar pactos de gobierno y leyes con EH Bildu, los herederos políticos de la banda terrorista ETA, la misma que hasta 2011 mataba y extorsionaba a los ciudadanos en el País Vasco. Otra infamia para asegurarse los seis votos de EH Bildu que lo hicieron presidente del gobierno.

Pero más allá de la retórica impostada, resulta de extrema gravedad que haya aprovechado su comparecencia en la sede de Presidencia para acusar a las derechas de enlodar la vida política inculcando odio hacia personas inocentes, difundiendo mentiras groseras y acusaciones insidiosas carentes de cualquier fundamento. ¿A qué viene toda esta sobreactuación? Si Begoña Gómez, la esposa del presidente, escribió cartas a organismos públicos respaldando la concesión de ayudas públicas a determinadas empresas que luego aportaron recursos al sostenimiento de sus actividades profesionales, y esos organismos, incluido el Consejo de ministros, proporcionaron ayudas públicas, a veces multimillonarias, a algunas de las empresas recomendadas por Gómez, lo menos que debería haber hecho el presidente es publicar un dossier detallando todas las operaciones en que intervino su esposa y compareciendo ante los medios para esclarecer los hechos.

Sánchez, haciendo gala de una inaudita dejación de responsabilidad como presidente, se ha negado a dar explicaciones hasta ahora, y preferido subirse al escenario monclovita para tratar de conmovernos con una actuación tramposa en extremo. Ningún español que conozco desea que las mujeres estén en su casa esperando la vuelta del trabajo del maridito, pero todos los ciudadanos, hombres y mujeres, tenemos derecho a saber cómo se utiliza el dinero público que sale de nuestros impuestos, incluidas las subvenciones públicas a empresas privadas, y muy especialmente cuando esas empresas apoyan las actividades profesionales de familiares de políticos en ejercicio, sean la mujer del presidente del gobierno o el marido de la concejal de Villanueva de Abajo. No hay ninguna operación de acoso y derribo en marcha contra el presidente y su familia, como pretende hacernos creer Sánchez, sino el legítimo deseo de regenerar nuestra vida política, una tarea a lo que, por cierto, va a ayudar muy poco que su gobierno acordara amnistiar a malversadores de fondos públicos y reducir las penas por malversación en el Código Penal.

Quiero, por último, llamar la atención sobre la apelación de Sánchez “a la conciencia colectiva de la sociedad española, una sociedad que, desde el acuerdo generoso, supo sobreponerse a las terribles y profundas heridas del peor de sus pasados”. La verdad es que produce rubor escuchar esta invocación al espíritu de la Transición en labios de quien ha convertido la acción política en un ejercicio permanente de sectarismo y enfrentamiento que recuerda precisamente lo peor de nuestro pasado y llevado la politización de todas las instituciones, organismos y empresas públicas a niveles “inimaginables hasta hace unos pocos años”. No cuela, no resulta creíble. En lugar de comprometerse a encontrar puntos de entendimiento con quienes obtuvieron el respaldo del 45,95 % de los ciudadanos españoles el 23-J, Sánchez prefiere atizar mandobles a las derechas retrógradas y entenderse con las minorías separatistas que representan al 5,97 % de votantes, a los que para no ofenderlos evito llamar españoles.

Permítanme decirles en dos palabras lo que pienso sobre este asunto: la decisión de seguir estaba tomada antes incluso de que Sánchez escribiera la doliente cartita. Deseo y espero que los efectos de la puesta en escena del melodrama “Begoña en la hoguera” resulten efímeros y los ciudadanos realmente deseosos de preservar la convivencia se mantengan alertas porque el daño causado a nuestras instituciones políticas aumenta con cada día que pasa en la Moncloa, y el presidente parece estar más dispuesto que nunca a resistir y hasta a llevar a los suyos a la guerra con la excusa de defender la honorabilidad de los negocios de la familia.

Deja un comentario

Archivado bajo corrupción, Política nacional, Separación poderes

El bueno de Pepe Griñán

Artículo publicado desde el Observatorio Económico y Social de España y Cataluña (OBESCAT) en el diario El Liberal el 10 de septiembre de 2022. Agradezco de antemano su ayuda para difundirlo entre sus amigos y conocidos.

La falta de decoro en este cada día más desangelado corral soleado parece no tener límite. Las reacciones a la sentencia del Tribunal Supremo que confirmaba la condena a Griñán y otros miembros de la Junta de Andalucía dictada por la Audiencia de Sevilla por el caso de los ERE, el mayor caso de malversación y prevaricación continuadas constatado desde 1978 en España y sus Comunidades Autónomas, constituyen una afrenta a cualquier ciudadano que haya pagado impuestos y reafirma la posición de quienes procuran eludirlos. Que los ‘compis’ de partido hayan mostrado su solidaridad y apoyo al bueno de Pepe, presidente del centenario partido entre 2009 y 2012, era algo previsible y hasta comprensible por mero corporativismo. Más asombrosa ha resultado la gran unanimidad de que han hecho gala los profesionales del cuarto poder, incluidos la mayoría de los comentaristas habituales en medios de comunicación poco afines al gobierno, que han coincidido en mostrar su aprecio personal por Griñán y la incomodidad que les provocaba verlo ingresar en prisión.

¿En qué lugar dejan los líderes ‘socialistas’ históricos y actuales que han manifestado públicamente su solidaridad con los condenados por los EREs al socialismo democrático que dicen representar y a la independencia del poder judicial que dicen respetar? ¿Cómo se puede comprender y hasta justificar que un gobierno autonómico destinara cientos de millones durante años y años a un negociado, cuando menos turbio y en bastantes casos fraudulento, y mostrar comprensión hacia el consejero de Economía y el presidente de la Junta que permitieron que el invento se perpetuara sin hacer nada para investigarlo? ¿Cómo se puede siquiera sentir incomodidad al ver que los principales responsables de la trama han sido condenados tras una investigación que se prolongó años, en parte por la propia magnitud y complejidad de la trama, pero en parte por la falta de cooperación de la propia Junta para esclarecerla? ¿Cómo pudo, en fin, el expresidente González afirmar que “volvería a nombrarle ministro” y el presidente Sánchez llegar a decir que en este caso “han pagado justos por pecadores”?

Ver entrar a alguien en prisión resulta siempre doloroso para los familiares y allegados del condenado, aunque muchos de esos mismos ‘compis’ del PSOE que hoy muestran su solidaridad con el bueno de Griñán se han regocijado en otras ocasiones cuando las condenados militaban en otros partidos políticos. A todos nos gustaría vivir en una sociedad donde las personas, las empresas y las Administraciones Públicas respetaran las leyes, los jueces tuvieran bastantes menos casos sobre su mesa pendientes de sentencia y las cárceles estuvieran algo más vacías. Casi nadie quiere ver entrar en prisión a Griñán ni a ninguna otra persona de cualquier rango o condición. Pero tampoco queremos que la Administración Central, las Comunidades Autónomas y las Corporaciones Locales se gobiernen como cortijos privados donde el partido de turno se salta con reiteración y premeditación todas las normas del derecho administrativo y hace todo lo posible para impedir a los órganos de intervención fiscalizar sus actividades.

No importa que Griñán y algunos de los condenados no se llevaran un solo euro al bolsillo, como sí ocurrió en la trama mafiosa organizada por el clan Pujol en Cataluña, un asunto, por cierto, pendiente todavía de juicio. Lo relevante en este caso es que dinero proveniente de los contribuyentes para el sostenimiento de la Junta de Andalucía se gastó eludiendo los procedimientos y controles debidos, y Griñán y la mayoría de los condenados facilitaron o participaron activamente en la trama de malversación de recursos públicos. Conocer o no al imputado, que tenga un talante afable o desabrido, que nos caiga simpático o antipático son cuestiones completamente irrelevantes al caso juzgado, que uno querría pensar no deberían afectar a la valoración de sus propios compañeros de partido, ni de los periodistas y opinadores profesionales, ni de los ciudadanos en general, sean o no votantes del PSOE. Quienes hoy muestran su apoyo a Griñán tras haber sido condenado lo que nos están diciendo en realidad es que prevaricar y malversar es un modelo aceptable y comprensible de administración de los recursos públicos y no debería estar penalmente castigado.

Griñán sólo podrá eludir su ingreso en un centro penitenciario si el gobierno Sánchez le concede el indulto, algo que los familiares van a solicitar en cuanto se notifique la sentencia a los imputados. Según se ha adelantado en algunos medios de comunicación, los familiares de Griñán argumentan que la sentencia es desproporcionada a tenor de las penas impuestas en otros casos, el daño psicológico sufrido por el afectado durante los diez años que ha durado el proceso y la existencia de dos votos particulares, pendientes todavía de conocer, que eximirían a Griñán del delito de malversación y su ingreso en prisión. A la espera de conocer las razones que puedan exponer estos dos magistrados, me inquietaría como ciudadano y contribuyente que puedan no ver en la administración irregular de 670 millones de euros durante una década un delito reiterado de malversación.

El escenario más plausible es que Griñán ingrese en prisión y el gobierno Sánchez lo indulte a renglón seguido, para distanciar lo más posible el traumático episodio de ver ingresar en prisión a quien fuera ministro de Trabajo (1993-1995), consejero de Economía (2003-2009), presidente de la Junta de Andalucía (2009-2013), y presidente del PSOE (2012-2014), de las elecciones locales y autonómicas y de las elecciones generales. Unas elecciones que no pintan nada bien para Sánchez y las interesadas conjunciones planetarias que lo auparon a La Moncloa el 1 de junio de 2018 (Unidos Podemos, ERC, PDECat, PNV, Bildu, Compromís y Nueva Canarias) y que respaldaron su investidura el 7 de enero de 2020 (Unidas Podemos, ERC, PNV, Bildu, Más País, Compromís, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe).

No sabemos qué dirán y harán los socios de gobierno y el resto de los partidos políticos que sostienen a Sánchez en el Congreso, aunque lo más probable es que antepongan sus intereses partidistas y de ‘país propio’ a cualquier otra consideración legal o ética. En cuanto al propio partido socialista, el fidelísimo Patxi seguro que está ya preparando un buen fuego en su asador para crear una espesa cortina de humo que oculte tanto la declaración de principios que abre el Código Ético PSOE (2014), a saber, que “el Socialismo Democrático es tanto un proyecto político de transformación social como una actitud ética de la que depende la salud democrática de una sociedad”, como la exigencia recogida en ese Código de que ‘los cargos públicos del PSOE se comprometen a no proponer ni apoyar el indulto de cargos públicos condenados por delitos de corrupción, violencia de género, delitos de acoso o discriminación, contra la libertad e indemnidad sexuales, torturas o contra la integridad moral, así como la comisión de hechos constitutivos de delitos graves”. (Subrayado mío.)

Patxi ya nos ha adelantado que lo único que hicieron los buenos de Pepe Griñán y Manolo Chaves «fue agilizar unos trámites para que el dinero de los ERE llegara mucho mejor, más fácil y más eficazmente a las empresas y personas que lo necesitaban”, y que “ni sus acérrimos enemigos dicen, porque los hechos están ahí, que se hayan llevado ni un solo euro de dinero público”.  Al entender del ex lehendakari vasco, los magistrados que los condenaron y los que han ratificado su condena han condenado a personas honorables que se limitaron a agilizar los trámites administrativos para que el dinero de los ERE llegara “más fácil y más eficazmente” donde tenía que llegar. Si no entiendo mal su posición, el amigo Patxi es partidario de eliminar cualquier fiscalización del gasto público para que el dinero llegue antes a quien lo necesita, y quién mejor que los buenos de Chaves, Griñán y Patxi para decidir quién lo necesita. En esto queda el compromiso cívico y moral del PSOE contra la corrupción.

Deja un comentario

Archivado bajo corrupción, Política nacional